DOS FRÍOS – DOS NIEVES

Desde el décimo piso, descalzo…pisaba sobre el cálido suelo de loza radiante.
Afuera nevaba y mr. Winner se quedó largo rato observando como se moteaban de perlas blancas las montañas lejanas.
Suspiró y pensó:
-“¡Gracias Dios mío por regalarme esta nevada!”-

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Sus manos ajadas, más oscuras por la mugre que por su raza, apretaban con fuerza el bastón para sostenerse del dolor.
El colectivo no aparecía y el frío le calaba los huesos, el estómago había empezado con la murga del hambre...
Comenzó a nevar. ¡Juan no daba más! y del fondo de alguna parte le salió:
-“¡Me cago en esta nevada de mierrrrrda!”-

Graciela Martellotto



RELATO DE UN MURCIÉLAGO


Se dice entre los míos que los seres humanos son superiores…
¡Ja Ja! Eso es porque nunca vieron lo que yo vi…
Había bajado a tomar agua en una taza blanca bastante limpia, pero me caí, el agua estaba helada y como la fuente era tan lisa no podía subir. Traté durante horas y no lo logré.
En un momento dado todo se oscureció, yo sentía que un raro gas me ahogaba.
Pero eso no fue todo, en medio de mi mareo se derramó de golpe sobre mí, una estampida pegajosa y horrible que salía de un hueco bastante imponente. Después oí un grito y un torrente de agua me empujaba por un túnel interminable y hediondo.
Haciendo denodados esfuerzos logré arrastrarme y volver, al menos el agua me había lavado un poco…
Cuando ya estaba realmente agotado, un tipo de los de ellos me rescató con una pinza y me sacó de ese lugar asqueroso que lo nombran algo así cono inodoro…

Graciela Martellotto

LA HORA MÁS QUIETA




El lugar estaba oscuro, la luz penetraba amenazante a través del hueco de la cueva,lastimando la negrura inmóvil. Recostado sobre una roca, tan quieto como la noche, observaba.
Sentía que la hora había llegado, no tenía miedo, esperaba... la esperaba.
Estaba solo y se preparó para recibirla, desnudo.
Como cuando llegó al mundo.

HOMENAJE A MARTA RIVOLTA




Miles de pájaros agitaron sus alas
Aquel día en que el sol decidió ser vos.
Recuerda tu madre el misterio
Tardabas en nacer.
Aplazabas el tiempo.

Regresaste porque si.
Ibas buscando altares de libertad y cuando
Viste tantas ideas muertas,
Olvidaron el porque, dijiste y
Lanzaste un aullido salvaje.
Todavía no es tiempo de verdades.
Radiante volviste a tu enigma de eternidad.

Gaciela Martellotto

IGUAZU




Permití que las gotas recorrieran mi cuerpo. Cerré los ojos y dejé que su música me ensordeciera.
Caminé descalza sobre la tierra roja, abrí los brazos y, desde la espesura, la selva me contó sus secretos. Uno de ellos, el más sagrado, lo traje en mi bolsillo. Lo rescaté de entre los helicópteros y las cámaras de los Japoneses. Estaba escrito sobre la hoja de un árbol:
-“Tantas lágrimas jamás lograrán lavar tanta sangre.”-

Graciela Martellotto

DEL TRO LADO




Los veo entremedio de cristales gomosos, puedo escuchar sus pensamientos, son líneas entremezcladas con figuras geométricas que me dicen lo que dicen desde adentro.
Estoy en viaje. Parto de esta nada y ya descubro el color del vacío riguroso, luz exuberante que me llama, que me invita, irresistible…

Graciela Martellott

LA COCINA DE BARBARITA





Acababa de despertarse. Con algunos quejidos la anciana se sentó en la cama, tanteó los anteojos y al abrir el cajón de su mesita de luz, encontró aquella pequeña muñeca de plástico duro, que alguna vez tuvo labios rojos y ojos negros.
Acarició con los dedos temblorosos el sombrerito y el vestido de pana verde, que abrieron una tranquera de recuerdos apretujados unos con otros para ser los primes.
Así fue como llegó aquel momento de los juguetes que no sobrevivieron al desorden, pensar que sólo quedó esa…la primera muñeca que le regaló su abuela cuando cumplió un año.
Las historias de la abuela Barbarita ganaron espacio y comenzó a relatar:
-¿Te acordás Chelita cuando se pegaron las lentejas en el techo de la cocina? ¡Claro! Era la primera olla a presión.
Tal vez ya te lo he contado, pero cuando yo era joven y tu madre empezaba a noviar con tu padre, yo los espiaba y una noche que tardaron en llegar apagué las luces y me quedé muy quieta debajo de la ventana.- Le contaba Barbarita muerta de risa.
-¿Y sabés que pasó Chelita? Viste que en la estancia de noche sólo se oye el canto de algún pájaro, pero no, yo escuché voces en el aparador y fijate que los platos le decían a las tazas que la vida de ellas era más sencilla, porque cargaban solamente líquidos calentitos en invierno y en verano se usaban poco. En cambio ellos estaban hartos de soportar huesos grasientos y no te cuento lo que decían…
¡De las sopas! ¡De los guisos! ¡De los pucheros!
Buen Chelita, me tengo que ir pero nos veremos pronto.-
La ventana se oscureció y cuando la anciana Chelita abrió los ojos pesadamente, se encontró con los de su nieta llena de lágrimas y un molesto sonido de sirenas aturdía en el veloz bamboleo de la ambulancia.
Tomándola fuerte de la mano le dijo:
No tengo mucho para darte, solamente esta muñeca que me acompañó toda mi vida y la risa, niña, nunca pierdas el buen humor que los llevas en los genes.
No dejes de sonrei…-

Graciela Martellotto